¿Es
la agricultura responsable del cambio climático?
¿Puede esta contribuir de alguna forma a frenarlo? A estas y a otras muchas
preguntas trataron de responder Carmela Cañedo, licenciada en Ciencias
Ambientales; Eva Vidal, licenciada en Química; y Noelia Gil, bióloga, en un
desayuno organizado por Unións Agrarias en
el marco del proyecto Disfruta del Rural.
La principal conclusión de sus intervenciones es que los agricultores son los primeros que están sufriendo las consecuencias del calentamiento global, pero también que está en su mano ayudar a combatirlo.
La principal conclusión de sus intervenciones es que los agricultores son los primeros que están sufriendo las consecuencias del calentamiento global, pero también que está en su mano ayudar a combatirlo.
Cañedo
sostiene que ciertas prácticas agrícolas intensivas contribuyen a empeorar la
situación del planeta, por la huella de carbono que dejan y por la alteración
que provocan en los ecosistemas. «Las prácticas agrícolas actuales no son todo
lo sostenible que debieran, pero la agricultura tiene que ser acorde al medio
en el que vivimos y dar cabida a los consumidores», aseguró. Y son estos los
que, consumiendo productos de proximidad y de temporada, tienen en su mano
reducir el impacto de esta actividad.
«Las
estaciones están desapareciendo, abril se está convirtiendo en un mes de frío
polar y olas africanas», aseguró Eva Vidal. Esta variación de temperaturas está
teniendo un impacto negativo en las cosechas y obliga a los agricultores a
tomar medidas drásticas y costosas. «Estamos llegando a un punto en el que el
cambio climático determina qué, dónde, cuándo y cuánto se puede producir»,
añadió. Estos eventos extremos están dejando de ser excepcionales y se están
convirtiendo en habituales, y el agricultor medio, añade, no está preparado
para afrontar estos tiempos de amenazas y riesgos.
Noelia
Gil, por su parte, está de acuerdo con que la agricultura intensiva, la que han
fomentado las grandes corporaciones, tienen graves consecuencias para la salud.
«Es urgente y necesario un cambio de modelo de producción a nivel local y
global. Las posibles soluciones comienzan por implantar una normativa
respetuosa con el medio ambiente y las personas», explica. Por eso, añade, uno
de los objetivos de la Política Agraria Común es la agricultura
ecológica, opciones más seguras, sostenibles y adecuadas para luchar
contra el cambio climático y seguir proporcionando alimentos. El problema es
que estos sistemas no son los más rentables, de ahí que precisen de ayudas que
los fomenten hasta que los precios sean competitivos.
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